En invierno muchas casas se enfrían demasiado rápido. No siempre es cuestión de caldera o radiadores, muchas veces el calor se escapa por lugares que no vemos a simple vista.
Las esquinas frías o las paredes que sudan delatan puentes térmicos. Basta pasar la mano y notar la diferencia. También los vidrios empañados al amanecer nos dicen que el aislamiento falla.
Un truco muy simple es encender una vela o un incienso cerca de las ventanas: si el humo se mueve, hay corriente. Otro es dejar un termómetro en el suelo y otro a la altura de los ojos; si hay varios grados de diferencia, el suelo está perdiendo calor.
Pequeñas observaciones nos ayudan a decidir mejor. No se trata de aislar todo sin pensar, sino de identificar qué puntos rinden más si los arreglamos primero.